
iRobot, creadora de las Roomba, atraviesa su mayor aprieto financiero tras la ruptura de su última negociación de venta y un desplome de ingresos del 44% interanual reflejado en su informe de marzo. La compañía ha avisado de que, sin un cambio radical, podría solicitar protección por bancarrota en el horizonte de los próximos meses.
El panorama se torció cuando Amazon se retiró del acuerdo por el fuerte escrutinio antimonopolio en Europa y Estados Unidos. Desde entonces, iRobot no ha encontrado alternativa viable: sus acciones cayeron un 33% en un día y acumulan más de un 50% de caída en el año, mientras reconoce que no mantiene conversaciones avanzadas con ningún comprador.
De pionera del MIT a un futuro en el alambre
Fundada en 1990 por Colin Angle, Helen Greiner y Rodney Brooks, iRobot nació al calor del MIT con proyectos vinculados a defensa y rescate. Entre sus primeras máquinas destacó Ariel, un robot para operaciones costeras que suponía un avance frente a diseños tipo torpedo de la época, y que demostró el potencial de la robótica aplicada.
El salto al gran público llegó en 2002 con Roomba, un dispositivo con forma de “disco con ruedas” que convirtió la limpieza autónoma en un producto de consumo masivo. Con el tiempo, la marca alcanzó más de 40 millones de unidades vendidas y llegó a aglutinar cerca del 60% del mercado en su fase de crecimiento, elevándose a icono del hogar conectado.
Exempleados y expertos subrayan que iRobot fue “el unicornio” que probó que la robótica doméstica podía ser negocio. Su eventual desaparición dejaría un vacío en el ecosistema de innovación de Massachusetts y en la industria robótica estadounidense, que nutrió de talento y emprendimiento a toda la región.

Regulación y compra frustrada con Amazon
Amazon acordó adquirir iRobot por 1.700 millones de dólares, pero las objeciones de Bruselas y Washington por riesgos de autopreferencia en el marketplace derribaron la operación en enero. La Comisión Europea temía que integrar a iRobot diera a Amazon una ventaja determinante frente a terceros que venden en su plataforma.
Tras esa retirada, la compañía abrió un proceso de revisión estratégica que ha acabado en vía muerta: la última oferta recibida valoraba la acción por debajo del precio de mercado y las conversaciones se rompieron tras una negociación exclusiva prolongada. iRobot canceló la habitual llamada de resultados del cuarto trimestre y advirtió de que puede no durar 12 meses sin apoyo financiero.
Incluso con la defensa pública de Andy Jassy, CEO de Amazon, que calificó el bloqueo como un ejemplo de “regulación mal dirigida”, los reguladores europeos mantuvieron su criterio. El desequilibrio competitivo en el marketplace y la protección del ecosistema minorista pesaron más que el argumento de escala industrial.
La pinza competitiva: China acelera, iRobot se atasca
En paralelo, el mercado se ha vuelto más exigente y barato a la vez. Marcas como Roborock, Ecovacs, Dreame o Xiaomi han popularizado funciones como mapeo LiDAR, fregado, vaciado automático y navegación con IA, además de innovaciones visibles en ferias europeas como IFA Berlín (brazos robóticos o robots que suben escaleras).
Los datos acompañan el vuelco: según IDC, en el primer semestre se distribuyeron 11,2 millones de robots aspiradores (+16,5% interanual). Roborock lidera con el 20,7% de cuota, seguida de Ecovacs (13,9%), Dreame (12,3%) y Xiaomi (10,1%), mientras iRobot cae al quinto puesto con el 7,9%.
A nivel de producto, iRobot se mantuvo fiel a la navegación por visión y a equipos “monofunción”, mientras sus rivales integraban aspirado y fregado con mejores prestaciones y precio. A esto se suman aranceles del 25%, costes de I+D y marketing al alza y una reubicación de la cadena de suministro a Malasia o México que no se materializó.
El resultado ha sido una racha de 12 trimestres de pérdidas, ventas flojas pese a nuevos lanzamientos y una plantilla recortada más de un 50% hasta 541 empleados. En pruebas independientes, varios modelos de Roomba han quedado por detrás de competidores en autonomía o capacidades.
Deuda, liquidez y el reloj en contra
Para aguantar la travesía mientras se intentaba la venta, iRobot contrató en 2023 un préstamo de 200 millones de dólares con Carlyle. Tras el fracaso del acuerdo con Amazon, la empresa ha ido encadenando prórrogas del periodo de gracia —la última hasta el 1 de diciembre de 2025— sin resolver su falta de caja.
En comunicaciones al regulador estadounidense, la compañía admite que, sin inyección de capital o nuevas prórrogas, podría verse obligada a reducir drásticamente su operativa o acogerse a la legislación concursal. La propia dirección ha deslizado que, de no hallar una solución, la bancarrota sería el desenlace más probable.
En bolsa, la presión es severa: el título llegó a hundirse un 33% en una jornada y encadena una pérdida superior al 50% en lo que va de año. A medio plazo, la ventana de continuidad operativa sin apoyo externo se estrecha y algunos escenarios ya apuntan a plazos que no van más allá de mediados del próximo ciclo.
Impacto en Europa y en los hogares españoles
Para el consumidor europeo, este contexto puede traducirse en disponibilidad irregular de stock, recambios y servicio si la empresa reduce actividad. En paralelo, la oferta de rivales —muy presentes en distribuidores de España— empuja precios a la baja y acelera la adopción de funciones avanzadas.
La pujanza china no se limita al aspirado: el ecosistema incorpora robots cortacésped con fuerte tirón en Europa (exportaciones al alza y cerca de un tercio de cuota) y soluciones para piscina y hogar conectado. El mercado, antes concentrado en una marca, está hoy ampliamente repartido y con ciclos de innovación más cortos.
Para iRobot, sostener su posicionamiento prémium en Europa exigirá financiación, producto competitivo y acuerdos de canal que garanticen servicio posventa. Sin esos pilares, la compañía corre el riesgo de ceder aún más espacio en un continente que ahora marca el paso de la categoría.
El caso de iRobot condensa varias fuerzas: un veto regulatorio que truncó su rescate, un giro del mercado que premia ecosistemas y precio, y una losa financiera que no da tregua. Si la empresa logra capital y foco tecnológico, tendrá margen para seguir en la partida; si no, su legado como pionera quedará como el de una marca que abrió camino y fue superada por la nueva ola.