En mi casa, la cena de Nochebuena siempre tiene la misma banda sonora: villancicos bajitos, sillas arrastrándose, algún “¿dónde está el pan?” desde el salón y el murmullo típico de cuando hay mucha gente de visita.
El año pasado, sin embargo, entre todos ellos, se coló un sonido que no estaba invitado. Primero pensé que era un ruido de la calle, luego que alguien había dejado algo apoyado donde no debía. Pero no: era el lavavajillas. Y no era un ruido normal. Era todo un traqueteo, con vibración y golpes cortos, como si por dentro hubiese alguna pieza suelta.
Lo peor no era el sonido en sí. Era esa sensación mezcla de “no me apetece nada ponerme con esto ahora” y “como se rompa hoy, la tenemos liada”. Con invitados, con la cocina a medias y con mil cosas más en la cabeza, el lavavajillas es justo el electrodoméstico que necesitas que trabaje a pleno rendimiento y sin fallos. Pues el mío decidió convertirse en protagonista.
El sonido que me puso en alerta no era el de un lavado normal
Hay lavavajillas más o menos ruidosos o silenciosos, pero yo tenía claro que lo que pasaba en mi casa no era el simple funcionar del mío. Era un patrón: empezaba fuerte, bajaba, volvía, y en ciertos momentos daba un golpe seco. Además, el aparato vibraba más de lo habitual. No se movía por el suelo, pero se notaba esa vibración que te hace mirar de reojo como diciendo “esto no me gusta”.
A mí ese tipo de ruido me suena siempre a dos cosas: o algo está rozando dentro (las aspas internas del electrodoméstico están golpeando algo en su interior al girar), o el aparato está “bailando” porque no está correctamente asentado.

Lo primero que miré es lo típico que se te pasa por las prisas
Abrí el lavavajillas y fui directo a lo obvio. Porque en días como el 24 de diciembre no cargas el lavavajillas con mimo: lo cargas con ganas de que entre todo. Platos grandes, bandejas, una fuente de horno que ocupa media cesta… y a tirar.
Aquí el fallo clásico es sencillo: algo alto o mal colocado bloquea el brazo aspersor. Si el brazo intenta girar y golpea contra una bandeja o un cucharón que se ha quedado cruzado, el ruido es muy reconocible: un “clac, clac, clac” repetido, como si estuviera chocando constantemente con algo.
En mi caso, recolocar un par de cosas ayudó un poco, pero el ruido seguía: no era solo eso.
Un lavavajillas mal asentado, la causa real
Lo que de verdad lo estaba convirtiendo en un “lavavajillas desbocado” era una tontería: no estaba firmemente colocado. Aunque no estaba visiblemente torcido, en un caso así, basta con que una pata esté mínimamente desajustada para que, al funcionar la bomba o al mover agua con fuerza, el aparato vibre como una caja de resonancia.
Y aquí está el detalle importante: muchas veces no te das cuenta porque el lavavajillas queda encajado en el hueco del mueble y “parece” que está fijo. Pero con una ligera holgura o mal apoyo, todo lo que pasa dentro del electrodoméstico suena el doble fuera.
Hice la prueba más simple del mundo: empujar el frontal con la mano, muy suavemente para notar si se movía. Y sí, se movía, poco, pero lo suficiente.

Sólo había que ajustar patas y revisar anclajes
Para solucionarlo sólo tuve que ajustar las patas para que quedara completamente estable. Esto evitaba el balanceo mínimo que estaba teniendo. Es un ajuste muy simple, sólo hay que conseguir que el aparato apoye bien en el suelo; sus cuatro patas. En la mayoría de modelos, el ajuste se puede hacer desde la parte delantera, aunque hay otros en los que hay que acceder a la trasera también. Eso sí, el objetivo es el mismo: que el lavavajillas no tenga juego.
Otra cosa a revisar de la que muchos no se acuerdan son los anclajes al mueble. Algunos lavavajillas van atornillados arriba o a los laterales para quedar fijos. Si esos tornillos están flojos o directamente no están, el electrodoméstico puede vibrar más de la habitual.
Cuando lo dejé firme, el cambio fue inmediato. No es que se volviera silencioso como un lavavajillas nuevo, pero desapareció aquel moelsto ruido y todo volvió a la normalidad. Y eso en Nochebuena ya es bastante.
Dos comprobaciones extra que valen oro si seguimos teniendo ruidos extraños
Si después de nivelarlo y recolocar la carga el ruido persiste, hay dos cosas que siempre reviso antes de pensar en averías serias:
Filtro y zona inferior: si el filtro está muy sucio o mal encajado, el flujo de agua cambia y el sonido se vuelve más bronco. Es una tontería que se arregla en dos minutos.
Objetos pequeños sueltos: un trocito de cristal, un hueso, una etiqueta… cualquier cosa así puede acabar donde no debe y darte un concierto desagradable. A veces no lo ves a la primera, pero merece la pena mirar con calma.
Lo más curioso de todo es que, cuando lo solucioné, me quedé con esa sensación de “¿cómo no lo vi antes?”. Porque el problema no era una avería misteriosa. Era el típico desajuste que le ocurre a cualquiera, con el tiempo, al limpiar, cuando mueves un poco el lavavajillas sin querer, al cargarlo de más… se va quedando ligeramente mal asentado y el día menos esperado te lo recuerda a gritos.
Al final, la cocina volvió a ser cocina. Villancicos, platos, risas… y el lavavajillas haciendo su trabajo sin intentar llamar la atención.
Imágenes | Samsung con edición
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La noticia
Si tu lavavajillas rompe el sonido de la Nochebuena, hay un par de ajustes que conviene mirar antes de llamar al técnico
fue publicada originalmente en
Xataka Smart Home
por
Manuel Naranjo
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