Cuando llega el invierno y toca plantarle cara al frío, muchas personas recurren a estufas y radiadores para calentar la casa. Y dentro de este último grupo hay un tipo que cada vez suena más: los radiadores de calor azul. De hecho, cuando tuve que comprar uno para casa, acabé optando por este modelo.
Estos equipos se han puesto de moda y muchos los consideran una versión más moderna de los radiadores eléctricos tradicionales. Antes de decidirme, estuve investigando a fondo y me convenció lo que repetían varias webs especializadas: son más eficientes que los sistemas antiguos, no desprenden olores y además resultan más respetuosos con el medio ambiente.
¿Qué es exactamente el calor azul?

Imagen | Leroy Merlin
A diferencia de otros modelos, estos radiadores funcionan con un aceite especial que se calienta cuando el aparato se conecta a la corriente. Ese fluido distribuye el calor de forma homogénea por toda la carcasa, calentando la habitación rápidamente.
El uso de este líquido es lo que los hace más eficientes porque conserva mejor el calor gracias al aceite (mantiene más el calor que un modelo convencional), evitando ciclos de encendido tan frecuentes y esto repercute directamente en el consumo eléctrico.
Aunque su nombre suene muy técnico, en realidad se basan en el conocido efecto Joule: la electricidad pasa por una resistencia, esta se calienta y transmite ese calor al líquido interno. La mayor parte de la energía se convierte en calor por convección, es decir, mediante el movimiento del líquido que distribuye el calor.
Mi experiencia personal

En mi caso, buscaba un radiador para una zona muy concreta (debajo de la mesa camilla), así que el consumo no era un problema clave. Sé que se notará en la factura, pero como no lo uso para calentar el salón entero, me basta con que funcione a baja potencia. Gracias al termostato, se apaga cuando alcanza la temperatura marcada, así que no está funcionando continuamente.
Antes de decidirme por este tipo de radiador, investigué bien sus pros y contras. Entre lo positivo, destacaría lo rápido que calienta y lo cómodo que es que no desprenda olores ni haga ruido. Además, muchos modelos incluyen temporizadores y funciones inteligentes para controlar mejor el gasto. Son seguros —en mi caso es importante porque tengo mascota— y, al ser compactos, puedo moverlo fácilmente de una habitación a otra si lo necesito.
Eso sí, tienen un “pero” que conviene tener en cuenta: el consumo eléctrico. Aunque son más eficientes que otros radiadores tradicionales, siguen gastando bastante si los tienes encendidos muchas horas. Los modelos económicos pueden quedarse cortos, mientras que los más avanzados pueden costar varios cientos de euros. Por eso, no son la opción más rentable como sistema de calefacción principal en la mayoría de hogares.
Según la información que consulté, su rendimiento es del 100%: todo lo que consumen se convierte en calor. Pero eso no implica que sean baratos de usar. Funcionan de maravilla para calentar estancias pequeñas —justo lo que yo necesitaba—, aunque no resultan adecuados para mantener caliente una casa entera durante largos periodos.
Podría decirse que este tipo de radiadores son una versión modernizada de un radiador eléctrico tradicional y a diferencia de estos calientan un aceite interno para ofrecer un calor más uniforme y estable. No gasta, menos electricidad por arte de magia, pero gestiona mejor el calor, y esto se nota sobre todo en espacios reducidos.
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La noticia
Fui a comprar un radiador normal y acabé con uno de calor azul: es la mejor compra que hice para el invierno
fue publicada originalmente en
Xataka Smart Home
por
Jose Antonio Carmona
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