Estos días me he ido de vacaciones a Viena y, más allá de refrescar momentos épicos de la historia europea y sus monarquías, mi gran descubrimiento ha estado en el viejo apartamento donde nos quedamos, más concretamente en el baño. He ido a Alemania muchísimas veces y nunca me había encontrado con el váter alemán tradicional hasta ahora.
El alojamiento en cuestión era bastante antiguo y aunque tenía elementos como una mampara o su router, nadie se había molestado en cambiar el váter por un modelo más moderno. La primera vez que lo usé no me di cuenta de su particularidad, el shock llegó cuando me tocó hacer «aguas mayores». Ahí me choqué de bruces con dos realidades: el agujero estaba en otro sitio y hagas lo que hagas, el residuo queda en la loza para tu deleite visual.
En mis viajes a China me tocó desde las prácticas pero engorrosas letrinas (engorrosas porque agacharse tiene su truco) hasta los WC inteligentes con agua caliente y otras maravillosas funciones tan famosos en Japón, así que el cambio en la posición del agujero a priori me parecía algo anecdótico. Pero no: resulta que el WC alemán tiene tantas ventajas que lo voy a echar de menos la próxima vez que vaya a un WC público.
El WC alemán es una oda de los valores de su pueblo
Este descubrimiento me impactó tanto que inmediatamente me puse a investigar y encontré oro. Los WC del mundo occidental se resumen esencialmente en tres tipos: el francés, el angloamericano y el alemán. Para el filósofo esloveno Slavoj Žižek en su obra »El acoso de las fantasías«, esto dice mucho de cómo entienden el mundo estos tres pueblos.
¿Cómo no lo había visto antes? Porque está en peligro de extinción, básicamente. No solo he ido a Alemania unas cuantas veces, sino también a otros países vecinos y sin embargo, ha sido mi primera vez. El modelo de WC alemán se adoptó no solo en su país de origen, sino también en la mayoría de países del norte de Europa, pero ya es rara avis, quedando reservado para construcciones antiguas que no han sido remodeladas… como mi alojamiento.
El nuestro es el que ves a la izquierda de la imagen de portada, con el agujero al fondo. El alemán sin embargo tiene el agujero delante, por lo que cuando te sientas, tus residuos caen directamente en la loza. (Como curiosidad, los modelos anglosajones combinan ambos, con la taza del inodoro llena de agua).
En pocas palabras, cuando defecas, acabas y te levantas de un WC alemán, te vas a topar con tu propio excremento enfrente de tus narices. Y uso esta expresión con conocimiento de causa: no solo lo ves mejor, sino que la experiencia sensorial es completa. La idea es precisamente esa: poder hacer un análisis de heces a primera vista para comprobar que está todo bien. O no.
Aclarado este punto, tengo que decir que mi experiencia con el WC alemán fue altamente satisfactoria. Sin problemas digestivos de mi parte, lo que me he encontrado ha sido un váter que tiene dos cosas que me parecen maravillosa: la primera es que como los residuos no caen al agua, no te salpica. Esta inconveniencia es desagradable en general, pero si estás en un WC público entra en juego también la higiene.
La segunda cuestión tiene que ver con el ruido: lo de entrar a un WC poco privado y que cuando el residuo caiga al agua emita el clásico sonido de chapoteo revelador que tanta vergüenza da. Cuando el excremento cae sobre la loza no se escucha nada. Maravilloso. Spoiler: sí, echando una gran bola de papel higiénico podemos evitar estos dos hándicaps de los WC franceses estándar.
Pero eso es poco respetuoso con el medio ambiente y además a veces simplemente no hay papel. La opción de malgastar unos pañuelos no siempre es posible. Hablando de sostenibilidad, el WC alemán vuelve a sacar pecho: necesita menos agua para funcionar.
Lo que ahora se resuelve con cisternas a media carga y carga completa, en Alemania lo convirtieron en una lección de diseño y eficiencia: el agua baja con más fuerza, de modo que necesita menos litros para llevárselo todo. Eso sí, hay que usar más la escobilla.
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La noticia
Ni los wc inteligentes ni las letrinas de China: lo que más me ha sorprendido es el vater alemán. Tiene más ventajas de lo que parece
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Xataka Smart Home
por
Eva R. de Luis
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