He pasado aproximadamente un año viviendo en Estados Unidos. Cuando llegué, una de las cosas que más me asombró (y no para bien) de las cocinas de sus viviendas fue la existencia de los trituradores de alimentos o desperdicio.
Mi mujer y mis amigos se asombraron de que algo tan común en las películas y en la cultura popular estadounidense fuera desconocido para mí. Hasta ‘Los Picapiedra’ tenían su versión animal.
Pese a las primeras malas impresiones, me ha sorprendido que, al volver a España, lo estoy echando de menos.
Unos comienzos… difíciles
La primera vez que vi uno, ni me gustó ni entendí su sentido. Para funcionar, un triturador de basura necesita estar conectado a la red eléctrica y, al encenderse, suele hacer bastante ruido. Esto provocó que me despertaran alguna vez mientras dormía plácidamente en mi sofá, cercano a la cocina.
En segundo lugar, yo, como buen español, estoy acostumbrado a limpiar y vaciar el plato en el cubo de basura. Si acaso, lo enjuago un poco antes de meterlo en el lavavajillas, sin obsesionarme demasiado con esto último, como recomiendan los fabricantes. Al ver los trituradores en Estados Unidos, mi impresión fue que se usaban porque la gente no quería molestarse en limpiar mínimamente los restos de los platos.
El triturador necesita espacio físico (y corriente eléctrica, a diferencia de en ‘Los Picapiedra’.
Lo echan absolutamente todo en el fregadero con el grifo abierto, como si se tratase de basura de la casa (con límites en los sólidos que es capaz de triturar). Chocante.
Hubo un tercer factor que me hizo detestarlos: el cuidado que requieren. En España, estaba acostumbrado a dejar una cucharilla en el fregadero sin preocuparme. En Estados Unidos, el orificio hacia el desagüe es grande para permitir el paso de los restos, así que un utensilio pequeño puede colarse fácilmente.
Y eso nos pasó: una cucharilla cayó dentro, y sin saberlo, lo encendimos y se atascó. Toda la culpa fue nuestra, por falta de experiencia. Pero lo peor fue la frustración al tratar de arreglarlo. Tanto, que tuvo que venir un técnico de la urbanización.
Por qué ahora lo echo de menos
Una imagen típica en muchas casas
Al volver a España, he regresado a mi fregadero convencional de toda la vida. Y todo bien, hasta que no tan bien. ¿Por qué?
Mi fregadero, tiende a atascarse, o más bien, sus tuberías. Es algo que controlamos con filtros metálicos para el desagüe. Al volver, no los pusimos y en dos días ya daba síntomas de atasco. Sí, nos habíamos acostumbrado al triturador y probablemente no estábamos siendo tan cuidadosos como antes. Desatascamos, colocamos los filtros y problema resuelto.
Pero luego recordé un problema: los filtros acumulan restos sólidos, como pequeños trozos de verdura. Solucionarlo es tan fácil como vaciarlos en el cubo de basura, pero supongo que me he vuelto un poco vago, porque ahora echo de menos encender el triturador y despedirme en segundos de todos los restos con solo abrir el grifo.
Echo de menos que no existan los atascos de comida, una vez que aprendes que no pueden caer cucharillas y similares (pueden caer, y puedes sacarlas, pero el mecanismo se atasca si le das corriente con la cucharilla ahí). Echo de menos vaciar directamente los platos alguna vez. Echo de menos no tener que andar lidiando con filtros.
Y pese a todo, me sigo quedando con mi fregadero convencional. Porque gasta menos agua y electricidad que lo necesario para activar el triturador, porque con filtros no se atasca, y porque no me gusta hacer las cosas solo por pereza. He aprendido, de nuevo, que de las cosas es mejor opinar y sacar conclusiones cuando se han probado en profundidad. En Estados Unidos lo hemos hecho.
En Xataka Smart Home | He descubierto un truco brutal para desatascar el desagüe que venden en la farmacia. Y además, tengo una caja en casa
–
La noticia
He vuelto a España después de vivir en Estados Unidos. Lo que más he echo de menos está en el fregadero
fue publicada originalmente en
Xataka Smart Home
por
Antonio Sabán
.