La escena se repite cada Nochevieja: la mesa queda recogida, el fregadero a rebosar y el lavavajillas cargado hasta arriba con la sensación de haber hecho lo correcto antes de irse a dormir.
Al día siguiente llega la sorpresa: vasos opacos, platos con restos secos y un olor raro que no estaba ahí. No es mala suerte ni un electrodoméstico caprichoso. Es un error muy concreto que se comete esa noche y que va más allá del programa que eliges.
El problema empieza en cómo lo cargas, no en cuándo lo pones
Después de una cena multitudinaria, tendemos a meterlo todo “como quepa”. Platos grandes cruzados, fuentes tapando aspersores, copas apretadas y cubiertos amontonados. El lavavajillas necesita espacio para que el agua y el detergente circulen, y cuando eso no ocurre, el lavado se vuelve irregular.
Si colocas platos grandes delante de otros más pequeños o apoyas fuentes en los laterales, el brazo rociador no puede girar bien. El resultado es que algunas zonas apenas reciben agua caliente, justo donde más grasa se ha acumulado tras la cena. No importa que el programa sea largo si el agua no llega.
El prelavado marca la diferencia
Otro fallo habitual es meter platos con restos secos sin retirar lo más grueso. No hace falta aclararlos bajo el grifo, pero sí eliminar huesos, salsas espesas o restos pegados. Tras una cena larga, esos restos se secan rápido y el lavavajillas tiene que trabajar el doble.
Cuando no lo haces, los filtros se saturan antes de tiempo y el agua sucia se redistribuye durante el lavado. Es ahí cuando aparecen los restos resecados en vasos y ese olor desagradable al abrir la puerta al día siguiente.
El programa “rápido” es el peor aliado tras una gran cena
Después de Nochevieja, mucha gente elige un programa corto pensando que así ahorra tiempo o energía. Es justo lo contrario de lo que necesita un lavavajillas lleno de grasa, vino y restos de comida pesada.
Los programas rápidos usan menos agua y temperaturas más bajas. Funcionan bien para vajilla poco sucia, pero tras una cena así, lo ideal es un programa intensivo o automático que supere los 60 grados. Ese calor es el que deshace la grasa y evita que se quede impregnada en gomas y paredes internas.
En noches especiales se pone a prueba todo el sistema. Si el nivel de abrillantador está bajo o la sal está agotada, el resultado empeora. El abrillantador ayuda a que el agua no se quede adherida y evita marcas, mientras que la sal mantiene el descalcificador funcionando correctamente.
Si notas vasos blanquecinos o tacto áspero al sacarlos, no es solo suciedad: es señal de que el lavavajillas no ha podido trabajar en condiciones óptimas.
La mejor opción tras una cena multitudinaria es repartir la carga si es posible. Si no, prioriza: platos abajo bien separados, copas arriba sin tocarse y cubiertos mezclados para que no queden pegados entre sí. Asegúrate de que los brazos giran libremente antes de cerrar.
Elige un programa largo o automático, usa detergente de calidad y, si puedes, deja la puerta entreabierta al terminar para que la humedad no se quede dentro.
Dedicar cinco minutos más a cargar bien el lavavajillas y elegir el programa adecuado evita malos lavados, olores persistentes y tener que repetirlo todo al día siguiente. No es una cuestión de suerte ni de marca: es entender cómo funciona y darle las condiciones que necesita justo cuando más trabajo tiene.
Imágenes | Manuel Naranjo, Samsung
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La noticia
Hay un motivo por el que el lavavajillas no limpia bien tras una cena como la de Nochevieja. Lo he sufrido y ahora lo evito así
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Xataka Smart Home
por
Manuel Naranjo
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